24, es decir veinticuatro. Ese fue el número de autobuses que conté en la marcha de la UNTA para “celebrar” su 32 (treinta y dos) aniversario. Niños, ancianos, mujeres de colores varios y variopintas lenguas. Y bastantes de ellos de super lujo. Los autobuses. Bueno, los niños también, con enormes chapas sobre pieles aceitunadas, rojas, terrosas. La cantidad de calcomanías de identificación eran inmensa, las playeras nuevecitas, las pancartas auladas todas con un asta enorme maultiusos tácticos y el pase de lista riguroso para estos casos, me hicieron recordar los alegatos de los monarquistas y conservadores que desde el siglo XVIII hasta hoy por la mañana insisten en que los mexicanos son incapaces de ser libres. El rollo ideológico cambió para que todo quede igual; ahora son los líderes, los camaradas, los que compañeros, quienes velan por el pueblo. ¿qué haríamos sin ellos, los de antes, los de ahora? Claro, los amos eran ellos. Son ellos.
Las consignas repetidas como mantras, sin sentido, con desgano, con el vacío de la liturgia romana, fueron sacudidas por bonita rima de “señora Hinojosa, ¿por qué parió esa cosa?” que sacó del sopor a los manifestantes y llenó de carcajadas Reforma de manera que ni el mismo animador (profesional, hay que decirlo) se esperaba.
Calladito y nomás mirando, pude escuchar a tres hombres mayores, la piel apergaminada por el sol, discutir sobre las ventajas de los créditos del Infonavit contra los que da la UNTA. Así que dejé de preguntarme por qué dejaban sus casas, cosechas y familia para sentarse en una banqueta de Bucareli. Al menos algunos.
Como ya no llegué a la fondita tras las barricadas que era el objetivo original me metí a un restaurantito familiar que resultó ser de mariscos (animales invertebrados bentónicos o no, especialmente crustáceos o moluscos, que con frecuencia al dormir, terminan en una sopa o paella). Desde ahí (desde el restaurantito) miraba el plantón, que hay que decirlo, militante lector, tenía su encanto; gente de Jalisco, Hidalgo, Chiapas , Michoacán., Tabasco, Veracruz…y de este último el contingente totonaca que me generó una profunda tristeza; enjutos, desnutridos, ausentes, todos varones obedecieron a pies juntillas a un gordito que les indicó se formaran en una larga, larga, larguisima fila que nunca avanzó en el tiempo que estuve presente, y que al parecer no iba a ningún lado. Menos lúgubre fue escuchar a los vendedores ambulantes que hacían su agosto y a un tipo que, megáfono en mano, aseguraba que la UNTA la había fundado Emiliano Zapata .
Lo que ya no me gustó fue cuando a un par de organilleras, al parecer madre e hija, fueron rodeadas por tipos enormes. Parapetado tras un caldito de camarón me fue imposible escuchar la discusión. Pero la cosa se veía todo, menos amable. Por fortuna llegaron refuerzos. Más tipejos que formaron una segunda hilera que rodeó de más cerca a las dos mujeres y su organillo. Y yo sin cel para grabar, al menos. A punto de llamar a los meseros que de todas formas estaban mirando, cuando llegó un hombre blanco, alto, de 1.80-90 metros, impecable, 38-40 años, playera polo, sombrero, que con un movimiento de mano logró alejar un poco a los patanes. Escuchó algo que airadamente la más grande de las mujeres le dijo, y sonriente hizo un ademán que seguro abriría el mar Rojo, pero que en este caso le dio paso franco a las dos mujeres, su organillo y la tristeza de saber que este país, está todavía lejos de ser la República que arrope con libertad e igualdad a todas sus hijas. Vaya día. Y eso que ya no les conté de los comensales de enfrente alabando sin cesar a las maravillas de los malls de Huston, ciudad con nombre de vencedor en estas tierras; y del comensal burócrata de ingentes dimensiones que tras de mi, aseguraba a sus compañeros de mesa que con dos tragos diarios de Torres 10 y un antibiótico bien potente (sic) te desparasitas de manera “natural" en un mes. Las comillas son mías.
Por cierto, recomendable ampliamente la sopa de mariscos que, en caso de plantón inesperado, se acompaña con un caldito de camarón y dos pescadillas cortesía (indirecta) de la UNTA.
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