Tuesday, May 25, 2010

El extraño mundo de Gardner


Con la liberación de Alberta y Teresa y la donación de 4000 libros al penal donde estaban, la oscuridad retrocedió tantito hace unas semanas; con la muerte de Martin Gardner avanzó demasiado. Gardner fue una mente luminosa que influyó en millones de personas, muchas de las cuales ni siquiera lo notaron, ni siquiera saben quién fue. Mientras que en 1914 Woodrow Wilson invadía México y el gobierno de Victoriano Huerta se tambaleaba, una adinerada familia daba la bienvenida al mundo en Tulsa, Oklahoma al pequeño Martin. Una vida vasta, variada y llena de aventuras intelectuales y vivenciales le esperaba. Con estudios de filosofía por la Universidad de Chicago, una participación en combate, interés por las matemáticas, la teología y la ciencia en general dan cuenta de su voracidad intelectual y de la intensidad con que vivió. Sus intereses literarios le llevaron a incursionar tímidamente en la literatura, pero su mente inquisitiva, cultura y gran manejo de la lengua inglesa lo llevaron de forma natural y afortunada a la crítica literaria. Este camino le permitió arribar al maravilloso país que Carroll creara para la pequeña Alicia, dónde sus habilidades matemáticas terminaron por convertirlo en el gran comentador de aquellos lugares al otro lado del espejo. Su edición de Alicia anotada, re inundó los estanteros de las librerías gracias al empujoncito que Burton le diera el invierno pasado (y hasta una banqueta cercana al zócalo del D.F. donde encontré una edición en rústica de la misma). Es sin duda el gran comentador de Alicia en el país de las maravillas. Y hablando de Burton, Gardner también tiene una edición comentada de Night Before Christmas, con montón de versiones y remedos del poema navideño que parodia el título original del Extraño mundo de Jack. Su columna sobre juegos matemáticos (de Gardner, no de Jack) que aparecía en Scientific American cada mes sigue siendo objeto de deseo, pasatiempo y ayuda para maestros y matemáticos. Las ilustraciones que elegía volvieron populares los dibujos de Escher, los fractales y el tangram. Sin embargo sus aportaciones a la cultura universal son sin duda alguna las divertidas y contundentes críticas a cuanto charlatán pseudocientífico se encontrara. Lo cual no sería tan sorprendente en alguien con esos intereses, honestidad y acceso a medios, salvo que sus victimas no eran los merolicos más fácilmente derrotables. Sus objetivos con frecuencia estaban muy por arriba de los mausanes y amiras del otro lado del río Bravo. Se enfocaba por igual a aquella irracionalidad que se esconde tras los títulos académicos que vio erosionarse a lo largo de su vida, que a la fragilidad intelectual que casi es un carácter taxonómico de los políticos.


Igual delataba la afición de los Reagan por la adivinación y lo ridículamente peligroso que alguien que cree en la astrología pueda lanzar una bomba nuclear (Jacobo, nuclear!), que a los académicos que “pensaban” seriamente en las bromas jonkies de Castaneda para hacerse de dinero.


Con él nos reímos de la estulticia de intelectuales que pretendían validar estadísticamente los mensajes ocultos en la Biblia, la reencarnación con las neurociencias, la efectividad curativa del agua destilada con azúcar( es decir la homeopatía) o la visión remota y la telepatía que se disfrazan con nomenclatura científica en cuanta universidad se descuida. Loquitos hay en todas las universidades, es casi un deber y una tradición. Pero programas académicos, con fondos y aprobaciones eso es otra cosa. Por fortuna y sin empacho Gardner los desenmascaraba con elegancia. Y eso que no conoció la FFyL de la UNAM, tan dada en los últimos años a arropar cualquier idea apenas quede desacreditada o en ridículo.

Muy lejos de la estridencia irracional de Dawkins por destruir a quienes no piensan cómo él, Gardner argumentaba de verdad contra los absurdos, mostrando la gracia involuntaria que contenían con tan sólo mirarlos inteligentemente. Evidenció, por ejemplo, la para normal inteligencia de Al Gore y sus infantiles intentos de desviar impuestos para estudiar fenómenos paranormales. De la paradoja que una institución que lleva en su nombre la palabra Inteligencia (como la CIA) intentara seriamente ponchar llantas clavando alfileres en fotos de tanques rusos, sólo podemos reír, agradecerle y apreciar más al ex procurador del Estado de México y sus explicaciones sobre cómo un humano de 15 kilos puede asfixiarse hasta morir con una colcha, ser invisible, inodoro, sin volumen e incoloro y no pudrirse en más de una semana.

El sábado pasado murió a los 95 años Martin Gardner, unos de los pilares más fuertes y discretos de la civilización; unos días antes envió su última colaboración a Skeptical Inquirer (que aparecerá en otoño próximo) hablando acerca de la promoción de las irracionales y estrambóticas creencias New Age que hace Oprah Winfrey. El sábado pasado, nos adentramos un poco más en esta nueva Edad Media con todo y Twitter.