Wednesday, August 15, 2018

Querido Marcelí


Conocí a Marcelino Perelló en los prolegómenos de la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América. La primera vez lo miré al girar en una esquina de la Facultad de Ciencias de la UNAM, acercándose a mí sobre un pasillo casi tal largo como él. Tal como lo habían descrito. Enorme de estatura, cabello tan extenso como desaliñado y una evidente complejidad para andar sin casi doblar una rodilla. -Tú eres Marcelino, le pregunté afirmando. -Tú has de ser el nuevo Consejero Estudiante, -respondió en la primera de muchas réplicas especulares que tendríamos por años. Recién me habían elegido como representante estudiantil en la Facultad y él aún andaba asentándose como director editorial de la misma. La noche anterior a ese encuentro escribí en mi Olivetti anaranjada, la Mac de la época,  un texto en contra de las celebraciones irreflexivas de la llegada de Colón a estas tierras,  y busqué fotocopiarlo en la Facultad. El director de entonces, Rafael Pérez Pascual, vio mi texto, hizo una mueca y me envió con Marcelino. Marcelino vio mi texto, hizo una mueca, pero ya no tenía con quién enviarme.  Así que dijo, sígueme; y bajamos a ese inframundo de tintas y  tipos y galeras que eran los Servicios Editoriales en un sótano de la Facultad. El taller era un mundo oculto a los laboratorios, bibliotecas y pizarrones de pared a pared; de los auditorios con nombre de próceres científicos que hacían imaginar un síndrome genético. La cadencia de las imprentas y de las cumbias daba ritmo a la labor de los trabajadores. Unas veladoras  y series de foquitos daban algo de divinidad a un póster de Gloria Trevi en diminuta vestimenta.

Marcelino se sentó frente a la computadora y corrió el Word Prefect que oscilaba entre la pantalla verde de comandos y la entonces sorprendente visualización previa a la impresión que se desplegaba lentamente, como telón de ópera. Era el inicio de los noventa.

Me gusta tu texto, -dijo. Tantos años de estudiante me hacían prever que no venía nada bueno tras esa frase. Le faltan algunas tildes y hay que pulir párrafos, -siguió. Está bien, dije. Comenzó a trascribirlo en voz alta para que yo escuchara los cambios que hacía. Cinco líneas después el texto estaba a punto de proclamar la independencia de Cataluña, de Euskadi y de Ceuta y Melilla. Le dije que detuviera su entusiasmo antes de que fuera a incluir al Tibet y a Yucatán.

Pero es que eso es lo que está pasado, -me dijo volteando hacia mí. -Pero no es eso lo que quiero decir y el texto es mío. Un par de segundos  y dijo, está bien, tienes razón. Tal vez fue la única vez que le gané un argumento.

Desde entonces disentimos con entusiasmo uno del otro en casi todo, casi siempre. Le conocí discutiendo y le despedí discutiendo. Aún quedaba lejos la estupidez de respetar y querer solo al que piensa idéntico a uno. Perennemente generoso, lúdico, pendular entre la altisonancia y la exquisitez lingüística; risueño, provocador y solidario, sus cualidades intelectuales y bonhomía solo se comparaban a su autoexigencia en lo profesional y laboral.

Alguna vez caminábamos hacia el viejo auditorio de la facultad y de frente a nosotros pasó veloz, ligera y con falda y blusa vaporosas Ana Barahona. Nos regaló media sonrisa y un hola que respondimos con un coral, holaaaaaa, al que agregamos un silencio con mirada al infinito. Confieso que fui yo quien lo rompió diciendo lo evidente. -Qué bien se veía Ana con esa blusa. Y Marcelino dijo sin mirarme, -Ana se vería bien hasta con una armadura medieval. A riesgo de recibir reclamos del pasado, diré que es un halago que me robé y de cuya efectividad puedo dar fe.

Aquel viejo auditorio que abrazó mucho cine y poesía de la mano y ocurrencias de Marcelino. En buena medida, en gran medida, el resurgimiento del Cine Club Ciencias se le debe a Marcelí. Un cineclub que fue fundamental para el renacimiento de la industria del cine en México que languidecía entre ficheras, albures y directores becados y petulantes. En alguna proyección de aquellas raras con las que llenábamos el auditorio miré la silueta de los ahora académicos Daniel Mesiner-Busch y Leopoldo Morales- López. Un diálogo en hebreo, y Leo molesta a Daniel preguntando qué dicen, a sabiendas de que sería imposible una respuesta. Luego llega una referencia a alguna lengua indígena y Daniel revira con la misma pregunta e intención. De las penumbras surge el largo contorno de Marcelino con un, -shhhhh ¡Cállense cabrones!.

Parecía chiste. Un judío, un mixteco y un catalán; todos mexicanos. De esos chistes que dicen ya no se pueden contar porque sería antisemita, racista y separatista. Pero ahí estaba yo, de familia evangélica y norteña, testificando todas las diferencias  que nos unían. Porque aunque amante belicoso de sus dos patrias, era generoso con la otredad; recibía como familia a cualquiera que lo necesitara, en especial a los más jóvenes para quienes fue en muchos casos inspirador; el aliento y el peso paternal que en esta patria se ausenta con lamentable frecuencia.

Mientras hacía tomas de la preparación de unos de los maratones de 24 horas de cine, el ahora director Rodrigo Ordóñez y nuestro entrañable y finado amigo el Burger se toparon con Marcelí y le pidieron una cuantas palabras. “Perro. Árbol. Casa. Muchas gracias” espetó mirando directo y sin parpadear a la lente de aquella Sony Hi8 que nos parecía tan asombrosa.

Cuando Marcelino propuso hacer un ciclo sobre  directoras mexicanas de cine insistió en que no debería faltar ninguna. No solo Landeta, Novaro o Bussi, sino la más exitosa de todas, la India María. Y la India María fue a Ciencias. Tampoco es que fuera el personaje más extraño que Marcelino llevara a la UNAM. Su entusiasmo por la vida se volvió popular mucho antes que su liderazgo en movimiento del 68 al llevar a Yuri Gagarin a la Facultad de Ciencias. Ese movimiento en el que lo encasillan y denuestan y del que fue un hito y a la postre dejó otro en esta ciudad. Literalmente. Marcelino y varios de sus cercanos camaradas de “Y la nave va”, decidieron conmemorar los 40 años de la primera marcha del movimiento con un símbolo concreto, o mejor dicho, pétreo.  Una roca de basalto del pedregal de San Ángel en la esquina de Felix Cuevas e Insurgentes con una inscripción de la pluma de Marcelí. “Brazo con brazo, estudiantes y maestros de todo México protagonizaron ese día la primera manifestación del movimiento estudiantil del 1968 en defensa de la libertad y de la dignidad nacional.” Muchos que la leen no imaginan quién es el autor. Me pasó igual con otros textos. Años después de conocerlo también supe que lo había leído en publicaciones del CONACYT y algunos diarios. Mejor suerte tuvieron quienes abrevan del psicoanálisis y conocen varias de las traducciones de Marcelino gracias a la más de media docena de idiomas que dominaba con tersura.

Por alguna extraña razón mi madre y Marcelino se cayeron bien. Mi madre no era de invitar a mucha gente a casa pero Marcelino y alguna vez su maravillosa hermana Mercé, no solo cenaron con nosotros sino que obtuvieron sin ninguna dilación el privilegio de fumar en casa. Y Marcelino moderó bastante su florida lengua. El matriarcado siempre gana. Y con su sola presencia. Ya en su agonía, mi madre preguntó por Marcelino. -¿Tenía una hermana? –Sí, Mercedes. –Mercedes. La última vez que charlé con Marcelino, preguntó por mi madre. -¿Ya murió? ya murió, Marcelino.

Creo que se conocieron cuando mi progenitora tuvo la ocurrencia de ir a visitarme en el estad de orientación vocacional que montamos Marcelino y una pipiolera de chamacos futuros científicos. De regreso en el destartalado vocho de Marcelí y con mi madre de copiloto, iniciamos una discusión sobre cómo los alemanes con semejantes tallas diseñaron un auto tan diminuto. De inmediato Marcelí replicó que en realidad era muy cómodo. Claro que los cinco estudiantes amalgamados en el asiento trasero, como momias quechuas, y a punto de fusionar nuestros sistemas circulatorios, no pensábamos lo mismo.

Por todo esto lamento que mis adophijos no le conocieran; que no te conocieran, que no se asustaran ante tu enorme silueta y se extrañaran de tu sonora risa, como seguro hicieron lo chicos de los Niños cantores de Chalco a quienes tanto apoyaste. Aunque lo negaras se te daban los niños. La prueba es la excelente pediatra y madre en que tu adorada hija se ha convertido. Una pequeña a la que por algún tiempo debiste criar solo en el destierro y con lo exiguo del salario de maestro. En términos de la obsesión por las etiquetas, por la taxonomía social de esta ofendida posmodernidad, fuiste un profesor de matemáticas, exiliado político, padre soltero y discapacitado. Claro que te encontrabas lejos de la condescendencia que se busca con ellas.

Mucho más lejos que tu hija, querido Marcelino, quien atravesó el Atlántico para darte un último adiós. Como todas las mujeres que te admiraron y te amaron, que te despidieron en tu tumultuoso sepelio cruzando también mares enteros. La última vez que nos vimos nos encontramos en una librería semanas antes de tu muerte. Te quejabas que la jovencísima dependienta no había escuchado el título de Filosofía de tocador. Trabajar en una librería ya da lo mismo que cualquier otro lugar, coincidimos. Aunque claro, al menos esta se salvó de uno de los autores más sobrevaluados de la historia, dije a sabiendas de lo que vendría. Y empezamos a dirimir la valía de los textos del marquesito. Difícil adivinar que sería nuestra disputa final. Me invitaste a leer un texto en tu programa en unos días y yo mal  dije, y ahora maldigo, que preferiría a fines del verano. Ese verano que ya no terminó para ti. Una joven y nínfula periodista me avisó de tu muerte una mañana. Vi su número y mi corazón ardió. Escuché la noticia de sus labios y me heló el alma. Horas antes le había hablado de ti, pues apenas reconocía tu nombre. Seguro te habría encantado eso. El Eros y tánatos en una misma llamada. Por supuesto ella era el Eros. Ahora sí te fuiste, no como la leyenda de los ochenta de que rondaba tu fantasma en silla de ruedas por los pasillos de la torre de Ciencias. Como si los fantasmas necesitaran silla de ruedas. Como si tu espíritu la hubiera necesitado alguna vez. Ahora sí te fuiste. Gracias por todo querido amigo. Buen viaje. Y la nave va. Querido Marcelí.


Sunday, July 01, 2018

¿El Arroz se coció?





Con frecuencia escucho y leo que #AMLO ha sido el mejor gobernante de la Ciudad de México. Pero los datos no dicen eso. 

De acuerdo con los datos de la Auditoría Superior de la Federación y de la Cuenta Publica, Cuauhtémoc Cárdenas dejó una deuda de 22 mil 962 millones de pesos en CDMX y 4.5 años después la dejó en 42 mil 310 . Sin hacer metro. Y según INEGI el desempleo llegó a 6.4 de la PEA al final del mini sexenio de AMLO. Cárdenas lo había dejado en 3.1 Se cancelaron obras hidráulicas y se pospuso el cierre del principal tiradero de basura pese a estar saturado. En lugar del trasporte público se incentivó como nunca antes el transporte privado en las zonas y rutas de los ciudadanos con mayor poder adquisitivo. Para impulsarlo aún más, se negoció el regalo de zonas boscosas a desarrolladores a cambio de construir más viaductos y túneles. Y se talaron miles de árboles. Entre AMLO y Ebrad casi 60 mil árboles para construir megaobras. En seguridad algunos de los indicadores tuvieron un pico no visto hasta entonces. En especial los secuestros se fueron al alza. 815 secuestros en menos de cinco años; 39 de los secuestrados fueron asesinados, 14 de ellos menores de edad. Más de 3000 homicidios en el mismo periodo y 200 asaltos registrados en promedio al día. También se reportaron tres violaciones al día. La PGJDF recibió un promedio de 350 denuncias diarias. Según la antigua Fiscalía para Servidores Públicos,  la PGJDF consignó 2 668 elementos de la Secretaría de Seguridad Pública comandada por Marcelo Ebrad por diversos delitos entre ellos homicidios, violaciones y secuestros exprés.

Y de Ebrad, uno de los más cercanos salinistas junto a #AMLO, podemos extender la influencia de ese grupo con el maquiavélico Manuel Barlett, Layda Sansores la hija del tirano cacique campechano, y una larga lista de priistas cercanos y lejanos. Más de dos tercios de los candidatos de Morena son priistas. ¿Cómo se llama la película con David Reynoso y Chucho Salinas en la que los porfiristas se pasaron al lado del caudillo revolucionario? El resto de las candidaturas morenistas incluye ex panistas. De ganar AMLO no solo representaría la restauración plena del priato, sino su corrimiento ideológico. 
El PRI original nunca hubiera aceptado a Manuel Espino, el líder de la extrema derecha. O la inclusión de sacerdotes en un posible gabinete. Su propuesta de someter a votación el estatus legal de las minorías sexuales, la amnistía a delincuentes, un código moral y su afirmación de definir y perdonar pecados permiten cuestionar por qué un evangélico, un ateo, un marxista o un gay votarían por él.  El préstamo de toda la infraestructura de Televisa para su campaña y que el suegro de Azcarraga Jean, Marcos Fastlicht Sackler, sea parte de su gabinete indica que  AMLO es el candidato no solo de las constructoras y cementeras, sino de las televisoras. Su gabinete incluye representantes de todos los grupos de poder, menos indígenas, campesinos y trabajadores.

Se habla también de su intachable integridad moral. Pero los audios entre uno de sus hijos y Yeidkol Polevsky blanqueando dinero, estar entre los clientes frecuentes de una de las tiendas más caras de Beverly Hills, su afición por los restaurantes costosos y las vacaciones al extranjero, habiendo declarado carecer de tarjetas bancarias, sin propiedades, sin empleo durante años debería al menos hacer arquear la ceja a sus seguidores. De la investigación de la Unidad de Fiscalización del INE sobre desvío de fondos de un fideicomiso de ayuda a damnificados del sismo 19S a las campañas de Morena, mejor no hablemos.

Pero no, sus seguidores se mantienen incólumes y a la defensiva, con entusiasmo exacerbado. Es claro que el núcleo duro de los seguidores de AMLO niega cualquier dato u opinión opuesta, con vehemencia y violencia de distintos grados. ¿Por qué ocurre esto? La explicación general, más frecuente y documentada a estos fenómenos es la disonancia cognitiva. Cuando la realidad es opuesta a nuestros supuestos ideológicos, con frecuencia se niega por un tiempo. Está documentado el rechazo a los datos objetivos que son opuestos a la posición política. Recomendable en este caso el libro The Righteous Mind: Why Good People Are Divided by Politics and Religion de Jonathan Haidt o las investigaciones de Charles Taber de Stony Brook University. Los datos difícilmente cambiarán la opinión de la gente. Según un estudio de la Universidad del Sur de California de 2017 en Communication Monograms,  la desinformación política es más difícil de corregir que la desinformación sobre salud. Las personas parecen olvidar los datos correctos que afecten su posición política y recordar los incorrectos. Eso explica que la gente no recuerde los casos de corrupción o mala administración de AMLO.

También Pablo Malo documenta que las creencias falsas generan vínculos de grupo lo que hace que la resistencia a confrontarlas sea mayor. El fenómeno no solo implica al ciudadano común sino especialmente a los intelectuales y académicos. Oscar Gastélum en Juristas UNAM comenta que los intelectuales alrededor de AMLO se han convertido en porristas. Y no en pocos casos en porros. Qué el historiador Pedro Salmerón le dijera a Gabriel Guerra “chinga tu madre” o Pepe Merino “sugiriendo” campos de reeducación para aquellos que piensen distinto, no es una  excepción sino una constante conductual e inclusive histórica. El mismo Gastélum comenta que en los años 20 Julien Benda espetó “los intelectuales abandonaron los valores universales por la miseria política.” Y es que históricamente ha existido una fascinación de los intelectuales por los hombres fuertes, los caudillos. Antaño algunos veían en ello un componente más de la frecuente inmadurez emocional de los intelectuales que buscan una figura paterna. Pero estudios formales indican otra cosa. Henry y Napier publicaron en 2017 en Public Opinion Quaterly un estudio que indica que a mayor preparación académica menor tolerancia política. No solo eso. Otro estudio de Joel Inbor y Joris Lammers en Perspectives on Psychologycal Science indica que entre los académicos que se dicen de izquierda una tercera parte despediría, negaría becas o no contrataría personas de ideología diferente a la suya. El mismo estudio halló que los académicos que no se consideran de izquierda ocultan su preferencia. Y ellos también votan. En mi experiencia, un post en redes sociales desfavorable a AMLO solo es comentado por sus seguidores, con distintos grados de negación o agresión. Pero las vistas son mucho mayores. Los contrarios a AMLO se ocultan.

¿Por qué son intensos los seguidores de AMLO? En general son menos tolerables las ideas políticas opuestas a las opiniones propias según un estudio de 2017 en European Journal of Political Reseach. Pero también hay algo más. Según Juan Bauel de la UNY cuando las personas que desprecian algo o a alguien moralmente, es decir se consideran moralmente superiores, se generan sentimientos de odio. Odio real. Benito Taibo II y su llamado a fusilar oponentes es un buen tema de tesis en psicología del poder.

Aún así todas las encuestas indican que ganará AMLO. Según la mayoría las mismas tiene una intención de voto de al menos 50% 

Pero dicen que del plato a la boca se cae la sopa. La mayoría se realizan con alrededor de 1000 personas de un padrón de casi 84 millones. Algunas se realizan tan solo con 800. Dado que en México hay 2464 municipios, si la distribución fuera homogénea habría menos de un habitante encuestado promedio por municipio. Y por lo menos el 60% de los municipios no estarían  representados. Pero no son homogéneas. En la mayoría de los casos no se indica las comunidades en que se hizo la muestra. Ni el rango de edad o socioeconómico. De este último hay un sesgo frecuente pues muchas de las encuestas son telefónicas. 

Sin embargo todo indica que AMLO es más fuerte entre los votantes jóvenes de los estados más pobres y en CDMX. Es el segmento de edad con mayor tasa de abstencionismo. Hasta 65% (salvo los mayores de 85 años).  Son los estados con mayor abstencionismo, hasta 60% (menos CDMX), (CESOP, 2012). En las encuestas esos estados pueden estar sobre representados, ya que por ejemplo Oaxaca solo representa menos del 2.5 % del padrón electoral.

A lo anterior hay que añadir que cerca del 60 % de los encuestados no declara su intención de voto por las razones expuestas anteriormente. Es decir que los resultados que tanto se cacarean constituyen solo un segmento que evidentemente está sobre representado. Los indecisos y opuestos a AMLO suelen no manifestar su preferencia. Es el voto oculto. Pero hay otro componente de este. Los que indican que votarán por AMLO pero en realidad no piensan hacerlo. Esta conducta está vinculada al hecho de que aparentar una posición política puede dar ventajas sociales. Por ejemplo la aceptación dentro del grupo y evitar agresiones. Y esto se nota en los pocos estudios de opinión en que no se pregunta por quién votaría, sino cuál le cae mejor, o es más capaz o le gustaría por algo. En estos casos la preferencia por AMLO se cae. Lo mismo cuando la muestra es mayor y su distribución más amplia (PopGroup). Los negativos más altos para AMLO con cualquier forma de medición y al eliminar los bots del tráfico de redes sociales, tiene los negativos más altos y de nuevo se desploma su preferencia.

Un estudio de junio de 2018 en Evolutionary Psycology indica que los candidatos de izquierda que aparentan ser dominantes y masculinos son más votados. ¿AMLO es percibido como masculino y dominante? Difícil saberlo. Nuestro sistemas de encuestas son más un instrumento de propaganda y publicidad. En el caso de los candidatos de derecha reciben más votos cuando se les considera capaces y competentes. Sin embargo las posiciones políticas e ideológicas de AMLO son por completo de derecha. ¿Entonces los votantes que analicen su visión ideológica lo percibirán más capaz y preparado que Meade o Anaya para conducir la economía 11 del planeta? Tampoco lo sabemos.



No sé si Andrés Manuel va a ganar. Me parece que es posible que pierda. Y calculo el que gane lo hará con alrededor de un 5% Hace un par de meses me parecía que Anaya ganaría. Ahora creo que está más dividido en tercios. Hay muchos fenómenos subyacentes, demasiadas variables. Solo espero que sus seguidores se den cuenta que ningún político vale perder a quien se ama, se aprecia o con quien se convive. Y que la realidad, hasta hoy siempre se impone a la ideología.

#JuntosHaremosHistoria #JuntosHaremosPrehistoria #AMLO #EleccionesMexico