Wednesday, August 15, 2018

Querido Marcelí


Conocí a Marcelino Perelló en los prolegómenos de la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América. La primera vez lo miré al girar en una esquina de la Facultad de Ciencias de la UNAM, acercándose a mí sobre un pasillo casi tal largo como él. Tal como lo habían descrito. Enorme de estatura, cabello tan extenso como desaliñado y una evidente complejidad para andar sin casi doblar una rodilla. -Tú eres Marcelino, le pregunté afirmando. -Tú has de ser el nuevo Consejero Estudiante, -respondió en la primera de muchas réplicas especulares que tendríamos por años. Recién me habían elegido como representante estudiantil en la Facultad y él aún andaba asentándose como director editorial de la misma. La noche anterior a ese encuentro escribí en mi Olivetti anaranjada, la Mac de la época,  un texto en contra de las celebraciones irreflexivas de la llegada de Colón a estas tierras,  y busqué fotocopiarlo en la Facultad. El director de entonces, Rafael Pérez Pascual, vio mi texto, hizo una mueca y me envió con Marcelino. Marcelino vio mi texto, hizo una mueca, pero ya no tenía con quién enviarme.  Así que dijo, sígueme; y bajamos a ese inframundo de tintas y  tipos y galeras que eran los Servicios Editoriales en un sótano de la Facultad. El taller era un mundo oculto a los laboratorios, bibliotecas y pizarrones de pared a pared; de los auditorios con nombre de próceres científicos que hacían imaginar un síndrome genético. La cadencia de las imprentas y de las cumbias daba ritmo a la labor de los trabajadores. Unas veladoras  y series de foquitos daban algo de divinidad a un póster de Gloria Trevi en diminuta vestimenta.

Marcelino se sentó frente a la computadora y corrió el Word Prefect que oscilaba entre la pantalla verde de comandos y la entonces sorprendente visualización previa a la impresión que se desplegaba lentamente, como telón de ópera. Era el inicio de los noventa.

Me gusta tu texto, -dijo. Tantos años de estudiante me hacían prever que no venía nada bueno tras esa frase. Le faltan algunas tildes y hay que pulir párrafos, -siguió. Está bien, dije. Comenzó a trascribirlo en voz alta para que yo escuchara los cambios que hacía. Cinco líneas después el texto estaba a punto de proclamar la independencia de Cataluña, de Euskadi y de Ceuta y Melilla. Le dije que detuviera su entusiasmo antes de que fuera a incluir al Tibet y a Yucatán.

Pero es que eso es lo que está pasado, -me dijo volteando hacia mí. -Pero no es eso lo que quiero decir y el texto es mío. Un par de segundos  y dijo, está bien, tienes razón. Tal vez fue la única vez que le gané un argumento.

Desde entonces disentimos con entusiasmo uno del otro en casi todo, casi siempre. Le conocí discutiendo y le despedí discutiendo. Aún quedaba lejos la estupidez de respetar y querer solo al que piensa idéntico a uno. Perennemente generoso, lúdico, pendular entre la altisonancia y la exquisitez lingüística; risueño, provocador y solidario, sus cualidades intelectuales y bonhomía solo se comparaban a su autoexigencia en lo profesional y laboral.

Alguna vez caminábamos hacia el viejo auditorio de la facultad y de frente a nosotros pasó veloz, ligera y con falda y blusa vaporosas Ana Barahona. Nos regaló media sonrisa y un hola que respondimos con un coral, holaaaaaa, al que agregamos un silencio con mirada al infinito. Confieso que fui yo quien lo rompió diciendo lo evidente. -Qué bien se veía Ana con esa blusa. Y Marcelino dijo sin mirarme, -Ana se vería bien hasta con una armadura medieval. A riesgo de recibir reclamos del pasado, diré que es un halago que me robé y de cuya efectividad puedo dar fe.

Aquel viejo auditorio que abrazó mucho cine y poesía de la mano y ocurrencias de Marcelino. En buena medida, en gran medida, el resurgimiento del Cine Club Ciencias se le debe a Marcelí. Un cineclub que fue fundamental para el renacimiento de la industria del cine en México que languidecía entre ficheras, albures y directores becados y petulantes. En alguna proyección de aquellas raras con las que llenábamos el auditorio miré la silueta de los ahora académicos Daniel Mesiner-Busch y Leopoldo Morales- López. Un diálogo en hebreo, y Leo molesta a Daniel preguntando qué dicen, a sabiendas de que sería imposible una respuesta. Luego llega una referencia a alguna lengua indígena y Daniel revira con la misma pregunta e intención. De las penumbras surge el largo contorno de Marcelino con un, -shhhhh ¡Cállense cabrones!.

Parecía chiste. Un judío, un mixteco y un catalán; todos mexicanos. De esos chistes que dicen ya no se pueden contar porque sería antisemita, racista y separatista. Pero ahí estaba yo, de familia evangélica y norteña, testificando todas las diferencias  que nos unían. Porque aunque amante belicoso de sus dos patrias, era generoso con la otredad; recibía como familia a cualquiera que lo necesitara, en especial a los más jóvenes para quienes fue en muchos casos inspirador; el aliento y el peso paternal que en esta patria se ausenta con lamentable frecuencia.

Mientras hacía tomas de la preparación de unos de los maratones de 24 horas de cine, el ahora director Rodrigo Ordóñez y nuestro entrañable y finado amigo el Burger se toparon con Marcelí y le pidieron una cuantas palabras. “Perro. Árbol. Casa. Muchas gracias” espetó mirando directo y sin parpadear a la lente de aquella Sony Hi8 que nos parecía tan asombrosa.

Cuando Marcelino propuso hacer un ciclo sobre  directoras mexicanas de cine insistió en que no debería faltar ninguna. No solo Landeta, Novaro o Bussi, sino la más exitosa de todas, la India María. Y la India María fue a Ciencias. Tampoco es que fuera el personaje más extraño que Marcelino llevara a la UNAM. Su entusiasmo por la vida se volvió popular mucho antes que su liderazgo en movimiento del 68 al llevar a Yuri Gagarin a la Facultad de Ciencias. Ese movimiento en el que lo encasillan y denuestan y del que fue un hito y a la postre dejó otro en esta ciudad. Literalmente. Marcelino y varios de sus cercanos camaradas de “Y la nave va”, decidieron conmemorar los 40 años de la primera marcha del movimiento con un símbolo concreto, o mejor dicho, pétreo.  Una roca de basalto del pedregal de San Ángel en la esquina de Felix Cuevas e Insurgentes con una inscripción de la pluma de Marcelí. “Brazo con brazo, estudiantes y maestros de todo México protagonizaron ese día la primera manifestación del movimiento estudiantil del 1968 en defensa de la libertad y de la dignidad nacional.” Muchos que la leen no imaginan quién es el autor. Me pasó igual con otros textos. Años después de conocerlo también supe que lo había leído en publicaciones del CONACYT y algunos diarios. Mejor suerte tuvieron quienes abrevan del psicoanálisis y conocen varias de las traducciones de Marcelino gracias a la más de media docena de idiomas que dominaba con tersura.

Por alguna extraña razón mi madre y Marcelino se cayeron bien. Mi madre no era de invitar a mucha gente a casa pero Marcelino y alguna vez su maravillosa hermana Mercé, no solo cenaron con nosotros sino que obtuvieron sin ninguna dilación el privilegio de fumar en casa. Y Marcelino moderó bastante su florida lengua. El matriarcado siempre gana. Y con su sola presencia. Ya en su agonía, mi madre preguntó por Marcelino. -¿Tenía una hermana? –Sí, Mercedes. –Mercedes. La última vez que charlé con Marcelino, preguntó por mi madre. -¿Ya murió? ya murió, Marcelino.

Creo que se conocieron cuando mi progenitora tuvo la ocurrencia de ir a visitarme en el estad de orientación vocacional que montamos Marcelino y una pipiolera de chamacos futuros científicos. De regreso en el destartalado vocho de Marcelí y con mi madre de copiloto, iniciamos una discusión sobre cómo los alemanes con semejantes tallas diseñaron un auto tan diminuto. De inmediato Marcelí replicó que en realidad era muy cómodo. Claro que los cinco estudiantes amalgamados en el asiento trasero, como momias quechuas, y a punto de fusionar nuestros sistemas circulatorios, no pensábamos lo mismo.

Por todo esto lamento que mis adophijos no le conocieran; que no te conocieran, que no se asustaran ante tu enorme silueta y se extrañaran de tu sonora risa, como seguro hicieron lo chicos de los Niños cantores de Chalco a quienes tanto apoyaste. Aunque lo negaras se te daban los niños. La prueba es la excelente pediatra y madre en que tu adorada hija se ha convertido. Una pequeña a la que por algún tiempo debiste criar solo en el destierro y con lo exiguo del salario de maestro. En términos de la obsesión por las etiquetas, por la taxonomía social de esta ofendida posmodernidad, fuiste un profesor de matemáticas, exiliado político, padre soltero y discapacitado. Claro que te encontrabas lejos de la condescendencia que se busca con ellas.

Mucho más lejos que tu hija, querido Marcelino, quien atravesó el Atlántico para darte un último adiós. Como todas las mujeres que te admiraron y te amaron, que te despidieron en tu tumultuoso sepelio cruzando también mares enteros. La última vez que nos vimos nos encontramos en una librería semanas antes de tu muerte. Te quejabas que la jovencísima dependienta no había escuchado el título de Filosofía de tocador. Trabajar en una librería ya da lo mismo que cualquier otro lugar, coincidimos. Aunque claro, al menos esta se salvó de uno de los autores más sobrevaluados de la historia, dije a sabiendas de lo que vendría. Y empezamos a dirimir la valía de los textos del marquesito. Difícil adivinar que sería nuestra disputa final. Me invitaste a leer un texto en tu programa en unos días y yo mal  dije, y ahora maldigo, que preferiría a fines del verano. Ese verano que ya no terminó para ti. Una joven y nínfula periodista me avisó de tu muerte una mañana. Vi su número y mi corazón ardió. Escuché la noticia de sus labios y me heló el alma. Horas antes le había hablado de ti, pues apenas reconocía tu nombre. Seguro te habría encantado eso. El Eros y tánatos en una misma llamada. Por supuesto ella era el Eros. Ahora sí te fuiste, no como la leyenda de los ochenta de que rondaba tu fantasma en silla de ruedas por los pasillos de la torre de Ciencias. Como si los fantasmas necesitaran silla de ruedas. Como si tu espíritu la hubiera necesitado alguna vez. Ahora sí te fuiste. Gracias por todo querido amigo. Buen viaje. Y la nave va. Querido Marcelí.


Sunday, July 01, 2018

¿El Arroz se coció?





Con frecuencia escucho y leo que #AMLO ha sido el mejor gobernante de la Ciudad de México. Pero los datos no dicen eso. 

De acuerdo con los datos de la Auditoría Superior de la Federación y de la Cuenta Publica, Cuauhtémoc Cárdenas dejó una deuda de 22 mil 962 millones de pesos en CDMX y 4.5 años después la dejó en 42 mil 310 . Sin hacer metro. Y según INEGI el desempleo llegó a 6.4 de la PEA al final del mini sexenio de AMLO. Cárdenas lo había dejado en 3.1 Se cancelaron obras hidráulicas y se pospuso el cierre del principal tiradero de basura pese a estar saturado. En lugar del trasporte público se incentivó como nunca antes el transporte privado en las zonas y rutas de los ciudadanos con mayor poder adquisitivo. Para impulsarlo aún más, se negoció el regalo de zonas boscosas a desarrolladores a cambio de construir más viaductos y túneles. Y se talaron miles de árboles. Entre AMLO y Ebrad casi 60 mil árboles para construir megaobras. En seguridad algunos de los indicadores tuvieron un pico no visto hasta entonces. En especial los secuestros se fueron al alza. 815 secuestros en menos de cinco años; 39 de los secuestrados fueron asesinados, 14 de ellos menores de edad. Más de 3000 homicidios en el mismo periodo y 200 asaltos registrados en promedio al día. También se reportaron tres violaciones al día. La PGJDF recibió un promedio de 350 denuncias diarias. Según la antigua Fiscalía para Servidores Públicos,  la PGJDF consignó 2 668 elementos de la Secretaría de Seguridad Pública comandada por Marcelo Ebrad por diversos delitos entre ellos homicidios, violaciones y secuestros exprés.

Y de Ebrad, uno de los más cercanos salinistas junto a #AMLO, podemos extender la influencia de ese grupo con el maquiavélico Manuel Barlett, Layda Sansores la hija del tirano cacique campechano, y una larga lista de priistas cercanos y lejanos. Más de dos tercios de los candidatos de Morena son priistas. ¿Cómo se llama la película con David Reynoso y Chucho Salinas en la que los porfiristas se pasaron al lado del caudillo revolucionario? El resto de las candidaturas morenistas incluye ex panistas. De ganar AMLO no solo representaría la restauración plena del priato, sino su corrimiento ideológico. 
El PRI original nunca hubiera aceptado a Manuel Espino, el líder de la extrema derecha. O la inclusión de sacerdotes en un posible gabinete. Su propuesta de someter a votación el estatus legal de las minorías sexuales, la amnistía a delincuentes, un código moral y su afirmación de definir y perdonar pecados permiten cuestionar por qué un evangélico, un ateo, un marxista o un gay votarían por él.  El préstamo de toda la infraestructura de Televisa para su campaña y que el suegro de Azcarraga Jean, Marcos Fastlicht Sackler, sea parte de su gabinete indica que  AMLO es el candidato no solo de las constructoras y cementeras, sino de las televisoras. Su gabinete incluye representantes de todos los grupos de poder, menos indígenas, campesinos y trabajadores.

Se habla también de su intachable integridad moral. Pero los audios entre uno de sus hijos y Yeidkol Polevsky blanqueando dinero, estar entre los clientes frecuentes de una de las tiendas más caras de Beverly Hills, su afición por los restaurantes costosos y las vacaciones al extranjero, habiendo declarado carecer de tarjetas bancarias, sin propiedades, sin empleo durante años debería al menos hacer arquear la ceja a sus seguidores. De la investigación de la Unidad de Fiscalización del INE sobre desvío de fondos de un fideicomiso de ayuda a damnificados del sismo 19S a las campañas de Morena, mejor no hablemos.

Pero no, sus seguidores se mantienen incólumes y a la defensiva, con entusiasmo exacerbado. Es claro que el núcleo duro de los seguidores de AMLO niega cualquier dato u opinión opuesta, con vehemencia y violencia de distintos grados. ¿Por qué ocurre esto? La explicación general, más frecuente y documentada a estos fenómenos es la disonancia cognitiva. Cuando la realidad es opuesta a nuestros supuestos ideológicos, con frecuencia se niega por un tiempo. Está documentado el rechazo a los datos objetivos que son opuestos a la posición política. Recomendable en este caso el libro The Righteous Mind: Why Good People Are Divided by Politics and Religion de Jonathan Haidt o las investigaciones de Charles Taber de Stony Brook University. Los datos difícilmente cambiarán la opinión de la gente. Según un estudio de la Universidad del Sur de California de 2017 en Communication Monograms,  la desinformación política es más difícil de corregir que la desinformación sobre salud. Las personas parecen olvidar los datos correctos que afecten su posición política y recordar los incorrectos. Eso explica que la gente no recuerde los casos de corrupción o mala administración de AMLO.

También Pablo Malo documenta que las creencias falsas generan vínculos de grupo lo que hace que la resistencia a confrontarlas sea mayor. El fenómeno no solo implica al ciudadano común sino especialmente a los intelectuales y académicos. Oscar Gastélum en Juristas UNAM comenta que los intelectuales alrededor de AMLO se han convertido en porristas. Y no en pocos casos en porros. Qué el historiador Pedro Salmerón le dijera a Gabriel Guerra “chinga tu madre” o Pepe Merino “sugiriendo” campos de reeducación para aquellos que piensen distinto, no es una  excepción sino una constante conductual e inclusive histórica. El mismo Gastélum comenta que en los años 20 Julien Benda espetó “los intelectuales abandonaron los valores universales por la miseria política.” Y es que históricamente ha existido una fascinación de los intelectuales por los hombres fuertes, los caudillos. Antaño algunos veían en ello un componente más de la frecuente inmadurez emocional de los intelectuales que buscan una figura paterna. Pero estudios formales indican otra cosa. Henry y Napier publicaron en 2017 en Public Opinion Quaterly un estudio que indica que a mayor preparación académica menor tolerancia política. No solo eso. Otro estudio de Joel Inbor y Joris Lammers en Perspectives on Psychologycal Science indica que entre los académicos que se dicen de izquierda una tercera parte despediría, negaría becas o no contrataría personas de ideología diferente a la suya. El mismo estudio halló que los académicos que no se consideran de izquierda ocultan su preferencia. Y ellos también votan. En mi experiencia, un post en redes sociales desfavorable a AMLO solo es comentado por sus seguidores, con distintos grados de negación o agresión. Pero las vistas son mucho mayores. Los contrarios a AMLO se ocultan.

¿Por qué son intensos los seguidores de AMLO? En general son menos tolerables las ideas políticas opuestas a las opiniones propias según un estudio de 2017 en European Journal of Political Reseach. Pero también hay algo más. Según Juan Bauel de la UNY cuando las personas que desprecian algo o a alguien moralmente, es decir se consideran moralmente superiores, se generan sentimientos de odio. Odio real. Benito Taibo II y su llamado a fusilar oponentes es un buen tema de tesis en psicología del poder.

Aún así todas las encuestas indican que ganará AMLO. Según la mayoría las mismas tiene una intención de voto de al menos 50% 

Pero dicen que del plato a la boca se cae la sopa. La mayoría se realizan con alrededor de 1000 personas de un padrón de casi 84 millones. Algunas se realizan tan solo con 800. Dado que en México hay 2464 municipios, si la distribución fuera homogénea habría menos de un habitante encuestado promedio por municipio. Y por lo menos el 60% de los municipios no estarían  representados. Pero no son homogéneas. En la mayoría de los casos no se indica las comunidades en que se hizo la muestra. Ni el rango de edad o socioeconómico. De este último hay un sesgo frecuente pues muchas de las encuestas son telefónicas. 

Sin embargo todo indica que AMLO es más fuerte entre los votantes jóvenes de los estados más pobres y en CDMX. Es el segmento de edad con mayor tasa de abstencionismo. Hasta 65% (salvo los mayores de 85 años).  Son los estados con mayor abstencionismo, hasta 60% (menos CDMX), (CESOP, 2012). En las encuestas esos estados pueden estar sobre representados, ya que por ejemplo Oaxaca solo representa menos del 2.5 % del padrón electoral.

A lo anterior hay que añadir que cerca del 60 % de los encuestados no declara su intención de voto por las razones expuestas anteriormente. Es decir que los resultados que tanto se cacarean constituyen solo un segmento que evidentemente está sobre representado. Los indecisos y opuestos a AMLO suelen no manifestar su preferencia. Es el voto oculto. Pero hay otro componente de este. Los que indican que votarán por AMLO pero en realidad no piensan hacerlo. Esta conducta está vinculada al hecho de que aparentar una posición política puede dar ventajas sociales. Por ejemplo la aceptación dentro del grupo y evitar agresiones. Y esto se nota en los pocos estudios de opinión en que no se pregunta por quién votaría, sino cuál le cae mejor, o es más capaz o le gustaría por algo. En estos casos la preferencia por AMLO se cae. Lo mismo cuando la muestra es mayor y su distribución más amplia (PopGroup). Los negativos más altos para AMLO con cualquier forma de medición y al eliminar los bots del tráfico de redes sociales, tiene los negativos más altos y de nuevo se desploma su preferencia.

Un estudio de junio de 2018 en Evolutionary Psycology indica que los candidatos de izquierda que aparentan ser dominantes y masculinos son más votados. ¿AMLO es percibido como masculino y dominante? Difícil saberlo. Nuestro sistemas de encuestas son más un instrumento de propaganda y publicidad. En el caso de los candidatos de derecha reciben más votos cuando se les considera capaces y competentes. Sin embargo las posiciones políticas e ideológicas de AMLO son por completo de derecha. ¿Entonces los votantes que analicen su visión ideológica lo percibirán más capaz y preparado que Meade o Anaya para conducir la economía 11 del planeta? Tampoco lo sabemos.



No sé si Andrés Manuel va a ganar. Me parece que es posible que pierda. Y calculo el que gane lo hará con alrededor de un 5% Hace un par de meses me parecía que Anaya ganaría. Ahora creo que está más dividido en tercios. Hay muchos fenómenos subyacentes, demasiadas variables. Solo espero que sus seguidores se den cuenta que ningún político vale perder a quien se ama, se aprecia o con quien se convive. Y que la realidad, hasta hoy siempre se impone a la ideología.

#JuntosHaremosHistoria #JuntosHaremosPrehistoria #AMLO #EleccionesMexico


Sunday, November 12, 2017

¿No me da mi calaverita?


¿Cómo puede una niña hacer un pago de boletos a Disney World? Eso me preguntaba mientras se imprimía la reserva. La casa seguía a oscuras para tratar de evadir las insistencias de dulces y dinero, la calaverita de Día de Muertos que en México se hecho mezcla con el Halloween que también es un revoltijo de calabazas, cervezas y brujitas. La puerta abierta y la silueta de Irene a contraluz. Pequeña malcriada. Hasta le brillan los ojos. Pero ni modo que le diga que no.  Total, mejor perder el tiempo que estar en los separos de la policía, que ni la tarjeta es mía. Allá ella y su padrastro que de momento estará  un buen rato a la sombra.

La cosa esa seguía yendo y viniendo de un lado a otro de la viejísima impresora y la desesperación en la mirada de Irene me ponían más de nervios que los polis gringos esos de hace rato. Como si sus diez tiránicos años no fueran suficientes para tensarme, una oleada de vocecillas y pasos a destiempo de acercaban por las escaleras. De nuevo el vecino del 10 dejando la puerta abierta del edificio mientras fuma y charla de futbol por celular . -¡No le cierre, no le cierre, ahorita voy entrar! Los viernes son los peores. Tras el juego de la tarde el ahorita se alarga un par de horas más que los miércoles o lo jueves que llega con lechugas, chiles y quelites que luego de un rato de análisis deportivo transpiran y se desaniman de llegar algún día al refrigerador. El timbre del 22 sigue sonado.  Los niños más ansiosos se vuelven pacientes monjes cuando piden calaverita. No saben que la doñita que lo habita trabaja en un asilo de ancianos por las noches.

Y yo mirando la cosa esa que va y viene y la silueta impaciente de Irenita. En realidad todo es culpa de Mariano. Siempre hace lo mismo. Cuando asaltamos la tienda de chinos en Mesones se detiene en los tacos de la esquina y se pone a preguntar algo. Claro que lo agarran y ni tacos ni la lana del trabajo. Neta, así no se puede.

A mi no me entambaron esa vez  porque al dar la vuelta me quedé en la paella de don Juan. Lupita me vio a los ojos y adivinó y me pasó a una mesa y les dijo a los que seguían formados que yo era discapacitado y nadie repeló. Nunca he sabido el porqué la gente hace cola para pesa paella. Será porque dicen que Juan es español auténtico, el mismo Juan dice que llegó con la guerra de España, como si tuviera cien años.

Pero todos sabemos que siempre ha vivido en la calle de López, en la vecindad, junto la pollería; y que su familia es de Michoacán, de Zamora, dicen. Lupita solo mueve los ojos cuando lo oye que hasta sesea y dice ostia si lo presionas con la cuenta. Siempre he pensado que esos dos tuvieron algo que ver cuando chavos porque la manera en que lo medio lo ignora, medio se ríe y medio lo apapacha, solo se da en la gente casada de mucho tiempo.

Pero con Mariano, siempre es igual. Dicen que el pez por la boca muere. La vez que asaltamos el Globo se lleva un par de cuernitos, una concha y una dona que le dejó la cara azucarada en la foto de la policía. La verdad comer en el trabajo me parece poco profesional. Aunque no nos pescaron por eso; tres horas después llega un cateo a su casa porque el imbecil dejó abierto su facebook en el Globo. Usar las computadoras de los lugares donde trabajas tampoco es profesional. Y luego lo agarran merendándose el pan que se llevó. Ni cómo ayudarle. Por eso hoy no le dije del Hotel San Francisco. Toda la mañana estuvieron llegando turistas. Se notaba que era una convención o algo así; mucha gente de muchos colores. Lo mismo de siempre. Pasas cuando descargan maletas, tomas una no muy grande, cambias de acera y nadie te nota en el gentío.

¿Cómo diablos iba a saber que era un evento de policías? Algo del Día de Muertos se entiende. ¿Pero quién organiza un congreso de policías en estas fechas? Así que las piernas no me daban más mientras con todo y maleta corría por Independencia y tuve que dar vuelta en López hasta el callejón. Aún traía tres polis tras de mí pero de suerte estaba el vecino platique y platique del partido de la tarde, y claro, la puerta abierta de par en par como siempre, pa que se meta cualquiera. ¡No le cierre, no le cierre! ¿Cómo le iba a cerrar si sus bolsas la detenían? Y yo con tres polis atrás, y subo y choco con Emiliano, el padrastro de Irene,  que termina en el suelo con la rodilla de un chino en su nuca y un polí güero y gigantesco esposándolo. Yo no tengo la culpa de que los dos le vayamos al Madrid. Aunque su playera dice Chicharito.

Y la cosa esa que por fin dejó de ir y venir. Irene se ríe y se sale sin decir ni gracias. -¡Oigan! ¡Aquí en el 33 les dan su calaverita!

Y se ríe más fuerte todavía la muy mensa. Ojalá esté cerrado Disney World cuando vayas.

Un coro de cuatro escuincles chilla frente a mí. -¿No me da mi calaverita? Uno traía una sábana encima y una calabaza de plástico. Tres más parecían osos panda tras una borrachera de varios días con un maquillaje deslavado y cajas de zapatos que hacían las veces de calabazas. ¿Calabazas cuadradas?

Y yo sin dinero ni dulces. ¡Claro! ¡La maleta del Hotel, la maleta! A ver qué trae…


Sunday, October 01, 2017

El dragón y el león



Cataluña me ha tratado bien y ha sido importante en mi vida. Tengo buenos amigos catalanes o de origen catalán. Tomé un curso de catalán en la universidad y en una visita a Barcelona me hice de una playera con la estelada de la que siempre debo aclarar que no es del Capitán América. Desde los noventa celebro el día del Libro y la rosa con mis alumnos. Y aún no abandono la idea de vivir una temporada por allá. Así que tengo sentimientos encontrados porque algunos de los argumentos del independentismo catalán me suenan demasiado nacionales y demasiado socialistas, para decirlo por separado. Alguien me dijo, -eres muy conservador. Pero no, que es al revés.
Está claro que el vínculo más fuerte entre dos seres humanos es el madre hijo. La familia, la que sea, es la zona de interacción social primigenia, la agrupación que precede a todas; la primera y última línea de defensa del individuo.  Es en quien se confía. La relación entre varios núcleos familiares da la tribu, el germen de la nación. La nación, la tribu y las familias se auto organizan, surgen, son. Preceden a la lengua, la ley y los gobiernos, como puede revisar, individualista lector en Autoridad e Individuo de Russell. Por eso, las naciones reales son pequeñas en número aunque estén dispersas. Por eso no requieren un territorio porque la unión es de sangre, como entre apaches, judíos y gitanos. Como en todos, pues. Por lo mismo buscan la pureza de sangre, del linaje como lo comenta, Avishai Margalit en La Sociedad Decente.

Y como siempre la biología deja mal parados a los nacionalistas. Hace un par de décadas una catalana, mujer sin duda cultivada e inteligente, me  insistía en que catalanes y españoles no se habían mezclado en “300 años”. Es difícil pensar que careciendo de frontera no compartan genes con el resto de España cuando Atlántico de por medio casi toda América los comparte. Aun más teniendo en cuenta la perene y constante migración de otras partes de la península que se ha dado durante siglos. Y las oleadas latinoamericanas (mestizas e indígenas), la magrebí, subsahariana, china, gitana… La pureza de sangre. Venga.

Por esto el nacionalismo es por definición conservador, al menos en su identidad. Por eso siempre construye un estado y un gobierno sobre sus mitos y sus ritos, como la historia que se redefine y exagera de acuerdo a los intereses políticos, pero siempre unificadores y excluyentes. Excalibur, el águila y la serpiente, Sant Jordi i el drac, Jeremías Springfield.

 Más allá de la tribu y la nación está el desconocido, el extranjero el enemigo. Si bien ser desconocido puede ser también una característica natural, el enemigo requiere de la imaginación colectiva de la tribu. Por ello Lucian Boia dice que los monstruos siempre son ajenos a la comarca de uno. El enemigo une a la nación. Por eso en Cataluña para los políticos independentistas es tan importante ver al resto de España como el enemigo. Y que el resto de España los vea como enemigos. Gordon Allport se lo confirmará  suspicaz leyente, en La naturaleza del prejuicio.

Cuando uno mira la historia del mundo mediterráneo y latino se da cuenta que el germen del nacionalismo catalán surgido en el siglo XIX es que Cataluña fue borrada de la historia. Sin importar qué logros tuvieran, o fueron aragoneses o son, como hasta hoy, españoles. Su ya discreta pero importante presencia en Aragón se diluyó en la formación de España.

Al contrario de las naciones tribales, las monarquías y los estados modernos, como las democracias y las repúblicas son susceptibles de admitir la diversidad, la que sea, porque su existencia no está amenazada, ni apela a ninguna pureza. El liberalismo ni la libertad individual pueden darse en la tribu. Pero también diluyen las identidades.

Tal vez el primer prototipo de estado moderno de Europa fuese España, al unificar un sistema económico y agrupar a distintas entidades, con una legislación y criterios de salud y otros estándares similares como una lengua franca. Hasta entonces la gente se daba a entender más o menos como podía. En Tarragona se decía mercat, en La Mancha mercado; gracias, gràcies; alimentación, alimentació. Desde Roma a Rumania la gente hacia lo que podía para comunicarse con la villa de al lado. Igual que se hace ahora para entender a un reguetonero puertorriqueño, a un futbolista porteño o un taxista chilango. El mundo latino medieval era un Salvatore como el de El Nombre de la Rosa. Si lo duda incrédulo lector, échele una mirada a Ad Infinitum: A Biography of Latin de Nicholas Ostler. Tras la unión de Castilla y Aragón, la nueva lingua franca, “el español”, marcó la diferencia con los que no la hablaban pero también impulsó una nueva identidad ibérica y lubricó las relaciones. Esa es  la función y efecto de una lingua franca. Así que aragoneses todos, incluidos los catalanes, para poder comerciar y sortear la burocracia se hicieron a la mar cervantina. Porque lo que hoy llamamos catalán se hablaba en muchos otros lugares de España, y se habla hoy en regiones bastante lejanas del separatismo como Valencia que reclama sin éxito publicitario el nombre de la lengua de Serrat. Cuando ante la Unión Europea debieron entregarse documentaciones en todas las lenguas regionales de los estados miembros se dice que la discusión entre si valenciano o catalán se zanjó con dos copias del mismo documento pero con portadillas distintas; una decía catalán y otra valenciano.  Las bromas en todas las lenguas belgas corrían por todo Bruselas.
 
Historia de la edición en España 1836-1936, nos deja leer con nostalgia la ironía coyuntural de que Barcelona se convirtió con los años en el centro editorial de la lengua española. A fines de los 80 en la ciudad condal se tiraban más ejemplares en español que en toda America Latina junta. Algunos de los grandes sellos de nuestro idioma llevan apellido catalán. Salvat, Espasa, Sopena.

De América también hay que decir que en buena medida define a la España moderna. No tanto por el flujo de oro y plata como por ser crisol del mestizaje entre todas las parte de la Corona. Unamuno dijo que hacía tiempo que el español era una lengua americana. Y Mocedades cantó trasnochadamente que América era la otra España (la que huele a caña, tabaco y brea). Pero tal vez España es la otra América, la más oriental unida por la atlántica mar. Por eso la insistencia de afirmar la desvinculación catalana con América. Aunque en cada Sanborns el platillo estrella dominical sea la paella y el himno de México sea de la autoría de un tal Nunó.

Lo que se ve en estos días en España no solo representa la lucha política por la separación de un estado moderno o los intereses de políticos que luchando por salvar las auditorías se han convertido en héroes de la independencia, la sangre y la lengua, sino también las tensiones que sobre occidente mantienen la tribalidad política, conservadora, y la modernidad liberal. Cambiando personajes y esquivando exageraciones, Estado, etnia y nación de Enrique Florescano contiene pasajes que parecen hablar de España.

Hace 500 años el surgimiento de España representó parte del inicio del occidente moderno. Hoy tal vez augure el final.

Sin embargo, Cataluña, tiene sin duda la libertad de luchar por su independencia frente a los estados y corporaciones que sí, han coptado y diluido las identidades en aras de cosas que muy pronto extrañaremos como la libertad. Decidan lo que decidan hoy en Iberia, que viva Cataluña,  libre en España o libre fuera de ella. Porque en realidad ni la lengua, ni la sangre ni el idioma son buenos argumentos para la independencia catalana. El único, que parece dar miedo esgrimir, es que los catalanes quieran independizarse.



Friday, June 20, 2014

Los animales sin circo

Si usted, sensible lector, lectora, lloró cuando separaron a Dumbo de su mamá y por eso no apoya a los circos con animales, mejor no lea este blog.

Para empezar le tengo una noticia buena y una mala. La mala, y agárrese, es que Dumbo no existió. La buena es que si hubo un elefante en que se inspiraron Joe Grant y Dick Huemer, guionistas de Dumbo; el elefante Jumbo.

Jumbo fue un elefantito adquirido por el Zoológico de Londres en 1861. Con el tiempo su tamaño alcanzó proporciones descomunales (Jumbo, el Zoo de Londres siempre ha tenido el mismo tamaño). Su cuidador fue Mathew Scott, y la propia reina Victoria llegó a montarlo (a Jumbo, no a Scott) hablando maravillas de su experiencia con él (de nuevo Jumbo). Scott y Jumbo no solo compartían el gusto por las señoritas nobles victorianas, sino también por otras aficiones británicas. Ambos degustaban una pinta de chela cada noche antes de dormir, amén de algo de whisky en ocasiones especiales. Los dos mantuvieron una relación profunda y continua durante todo el tiempo que estuvieron juntos. Las malas finanzas llevaron a que la Sociedad Zoológica de Londres cediera a las pretensiones de compra de nada más y menos que Phineas Taylor Barnum, el connotado cirquero norteamericano. El nacionalismo británico se desbordó, un símbolo de Inglaterra no podía terminar en una feria por el vulgar medio oeste norteamericano. Pero así fue, no sin antes que Jumbo ofreciera una férrea resistencia. Durante semanas fue imposible sacarlo del zoológico. Cada vez que se le intentaba transportar se tiraba al suelo y no había poder humano que lo hiciera levantarse. Los periodistas se daban vuelo ensalzando el patriotismo de Jumbo. El espectáculo duró semanas hasta Barnum notó que se trataba de una estratagema de Scott. El elefante obedecía señales ocultas de su entrenador para echarse y así evitar  que se lo llevaran para que se echara siguiendo señales ocultas para que no se lo llevaran y de paso dejar sin propinas, whisky y señoritas victorianas a su amo. Así que a Scott le ofrecieron contratarlo por una enorme cantidad y seguir al lado de Jumbo o echarle encima a todos los abogados londinenses que encontraran sobrios en ese momento.

El 10 de abril de 1882 Jumbo debutó en un espectáculo de circo en Nueva York encabezando un desfile de 30 elefantes, incluyendo al elefante payaso llamado Tom Thumb, un elefante enano que hacía de comparsa de los payasos y que, luego de Scott, se convirtió en el amigo más cercano de Jumbo. El acto principal de Jumbo consistía en la asombrosa habilidad de estarse parado con expresión de hueva y profundo aburrimiento con sus más de  tres y medio metros de alto y sus siete toneladas, mientras sus compañeros elefantes hacían gracejadas varias. Un día cerca de san Thomas en Ontario, Canadá, Jumbo y Tom Thumb eran conducidos por un cuidador y por Scott rumbo a sus respectivos vagones de ferrocarril. Jumbo y Scott dormían y bebían alcohol en el mismo carro de tren diseñado especialmente para ellos. Antes de llegar a su convoy un tren desbocado y frenando todo lo que podía, pitando a tronidos, embistió a los dos elefantes. Scott trató de desviar a Jumbo quien asustado corrió en círculo arrastrando unos metros a Scott antes de ser arrollado por el tren. Jumbo sangró por el hocico y trompa, con fractura de cráneo y heridas internas. Murió tomando con la trompa la mano de Scott quien se quedó hasta la mañana siguiente asido a él y llorando. Tristemente hoy día la gente llora más a Dumbo que a Jumbo .


¿Por qué quienes lloran por un elefante de dibujos animados no se conmueven con su Ascarislumbricoides, con quien indudablemente mantiene una relación más estrecha? 

En buena medida porque Dumbo es más entrañable que su miserable gusano y que el propio Jumbo, hospedero lector, lectora. Los propios cambios que ha sufrido Mickey Mouse desde que se dibujó por vez primera, haciéndolo más ojón y cabezón, más como un adorable cachorrito, buscan que sea más abrazable que las ratas de su edificio, condómino fan de este blog. Stephen Jay Gould lo dejó claro, no hay peluches de animales no lindos, como el Bathynomusgiganteus. Y si los hay, requieren adaptarlos al igual que a Mickey. Las mismas personas que piensan que a los leones de los circos hay que llevarlos a santuarios (de santidad), no tienen empacho en desparasitarse, hervir sus almohadas para quitar los ácaros, eliminarse los piojos y ladillas, o quitarles la comida a las cucarachas cuando limpian la cocina antes de dormir.


¿Por qué Dumbo nos gusta más que Jumbo? Como toda experiencia cruel y soñadora el cine tiene parte de verdad y parte de ficción. El cine se convirtió en un prefacio de lo que la televisión haría más tarde como incubadora intelectual de millones de personas que aprendieron que los cirqueros son malos y Dumbo bueno. Disney se encargó de hacernos olvidar cómo son los ratones, patos, gallos, pericos de verdad, y los elefantes en particular. La tradición viene desde Esopo, pasando por los hermanos Grimm hasta Disney. La idea ha sido siempre la de educar, moralizar, advertir y francamente burlarse del vecino con cara de Pug. Los zorros son astutos, los búhos sabios, los osos fieles aún cuando no son precisamente el ejemplo más refinado de la lealtad erótica. Frans de Waal dice que esta es la forma más ingenua de antropomorfizar a los animales. Hasta hace poco, cuando se crecía, o se apagaba la hoguera o se encendían las luces del cine uno regresaba al contacto con la naturaleza y sabía perfectamente que si un felino enseña los caninos, no está sonriendo; los koalas no son ositos tiernos como bien lo descubrió el periodista australiano Keneth  Kook quien a duras penas alcanzó a sobrevivir de sus escarceos ambientalistas con un lindo ejemplar y así escribir El Koala asesino. Un oso panda (que ni siquiera es oso) no tendría el mínimo empacho en abrirle las entrañas, antiespecista lector, y hacer sashimi con su paquete intestinal si lo incomoda al degustar su vegana dieta de bamboo.

Sin embargo tras varias generaciones criadas frente al televisor nos hemos olvidado cómo son (y cómo se relacionan) los animales reales y los hemos sustituido por los que imaginamos en nuestras pantallas; hoy día Dumbo es el elefante real. Y los elefantes del circo son Dumbo, al que hay que salvar. Stephen Vichio de la Universidad de Notre Dame le ha llamado Bambificación de la naturaleza. Dumbificación en este caso.

El problema con los malditos animales de verdad es que no se comportan como dice Disney, se la pasan por el contrario arruinando todo y comiéndose unos a otros, cagándose, oliendo mal, cazándose y devorándose. En un genial giño a esto  Carlos Saldanha en la película Rio 2, pone a un par de aves promotoras de espectáculos al borde de la desesperación pidiéndole a varios animales amazónicos que dejen de devorarse unos a otros porque arruinan el casting. En el circo no ocurre esto precisamente porque se les doma.

Omita usted, por un instante, ecologista lectora, lector, esa simpleza tan extendida de que en los espectáculos con animales se disfruta el sufrimiento animal. De ser así, como alguna vez lo comentó Savater, con ir al rastro municipal bastaría. Por supuesto, domadores miserables los habrá, pero en general el circo y la doma no tiene nada de inmoral o de maltrato, mas aún es la relación espontanea del ser humano con la naturaleza. Enseñamos a un animal a obedecer y hacer cabriolas eligiendo a los mejores de la manada, ato o jauría para ello.  Con límites, claro. La gracia de los erizos de mar para los malabares con globos está francamente en tela de juicio. Un animal entrenado no hace lo que no puede, al contrario expande sus posibilidades pero siempre dentro de lo que puede hacer. Si lo duda intente amaestrar a varias serpientes de cascabel para que hagan una fila agarradas de la cola. Póngase cruel y maltratador, como algunos piensan falsamente que es la doma. Por más palazos que le dé a las serpientes dudo que tenga avances en desarrollar sus habilidades circences. La realidad es que a los animales de doma se les cría y se les cuida como Mathew Scott a Jumbo. El circo es lo sorprendente de la doma. Es por tanto una de las refinaciones de la relación naturaleza - hombre.

Este tipo de ideas donde los animales humanizados buenos y los humanos malos tiene también un trasfondo profundamente religioso, místico y cercano al fascismo. Ejemplo de ello es que la idea de la convivencia antropomórfica y zen entre seres humanos y animales tiene más adeptos entre los fundamentalistas religiosos que entre los creyentes estándar y los evolucionistas estándar de acuerdo con Jamison y Lunch (1992). No en balde la publicidad de los Testigos de Jehová muestra señoras, y leones, niños y oseznos tomando el té. Julian Huxley (con su orientalismo occidentalizado) y Francisco de Asis se hermanan en este caso. Las ingentes horas frente a la tele y el New Age acabaron de infantilizar a buena parte de los ahora adultos.

Un ejemplo de este infantilismo fascista místico criado frente a la tele es el propio Antonio Franyuti, director o algo así de la franquicia mexicana de Anima Naturalis y principal promotor de la nueva Ley contra los circos. En una entrevista con René Franco dijo “No tengo que ir a cada circo para conocerlos, he visto videos.(...) Mi trabajo es organbizar la campaña en la oficina.” Tal vez ha visto los mismos que PETA promueve eligiendo a unos entrenadores miserables. Este bloguero, sensible a todas luces, también se indigna con esos videos. La misma PETA que sacrifica miles de mascotas por año pero que se escandalizó porque en un videojuego golpeaban a un Pokemón. Franyuty indicó también que buscan prohibir la charrería, la tauromaquia y que la gente coma carne. "Vamos en contra de los animales en toda actividad humana." ¿Quién le da esa autoridad moral? –le preguntaron.  –Nadie me la da, dijo.

Escena captada por un activista de Natura animalis disfrazado
 de French poodle, y que desató la ira del Partido Verde.


Así que no son solo los circos. Mientras la Capital se cae a pedazos, la movilidad se colapsa, los residuos se acumulan, los feminicidios se amontonan, el tráfico de personas hace su agosto, los indigentes proliferan, la falsificación de productos se expande, los robos en trasporte sobreabundan, los gastos se ocultan, el drenaje se fractura y la especulación inmobiliaria campea, la Asamblea Legislativa decidió hacer leyes sobre lo que usted debe ver o no. Sobre si su primer apellido debe ser el segundo. O qué nombres están prohibidos o no para sus hijos La búsqueda de notoriedad legislativa a través de trivialidades e intromisiones en la vida privada de los ciudadanos, cómo se divierten, qué comen, cómo sexúan sus relaciones, cómo forman su familia y hasta cómo se miran unos a otros ha sido la constante del desmadre legislativo en el Distrito Federal, del infantilismo parlamentario chilango.
No estoy seguro de que sea el rol de un parlamento laico la prohibición de los espectáculos que a ellos les molestan, ni indicarle a usted, liberto lector a cuáles debe ir o no.

El profundo aburrimiento legislativo de los verdes convirtió a los pollitos y peceillos que venden en las kermeses de primaria, en delito. Igual con la foto con los burritos de Chapultepec; los caballitos pony donde se paseaban los niños. Y de paso mandó a todos esos animales al matadero, eso sí, en lo oscurito (son muy sensibles para verlos morir). Y es que tras esta ley subyace una ignorancia supina de los animales, del espectáculo con ellos, un desprecio a la cultura y una carga culpígena y chabacana enorme. Son los nuevos protectores de la moral pública. La vida descafeinada, aséptica y light del Cirque du Soley, su ejemplo de circo, no es más que una continuidad del mundo Disney en el que viven los paquidérmicos legisladores chilangos y sus amigos ratoncitos verdes activistas.

Monday, April 21, 2014

Gabriel García Márquez


Algunas realistas, otras más, mágicas, pero ahora resulta que todo el mundo tiene una anécdota con García Márquez. Vamos, que hasta Vargas Llosa.

Si no mal recuerdo en el otoño de 1994 un profe de matemáticas de la Facultad de Ciencias de la UNAM ganó el Premio Universidad Nacional para Jóvenes  Investigadores, algo así como el Valores 
Juveniles, pero del mundo académico, lo cual no le dirá nada a usted cándido lector de este desalmado blog, salvo la otoñal edad de este patriarcal bloguero.

Digamos que se trata de una especie de Pequeños Gigantes de la investigación, pero que a nadie le importa y con un premio bastante más 
modesto. A pesar de ello, y de que juvenil, juvenil ya no era,  el buen profe tuvo a bien invitar a 
sus compañeritos del Consejo Técnico de la Facultad a cenar a un bello restaurante frecuentado por la izquierda latinoamericana y con precios dignos de la ultraderecha.

Esto viene a cuento, peregrino lector, lectora, porque en esas épocas este humilde bloguero era parte de ese Consejo como representante de los alumnos de la Facultad. Yo, por mi parte me hubiera conformado con ir al Kentoky fray Chiken, pero dada la insistencia de nuestro anfitrión, pues el pobre Coronel Sanders no tuvo quien le escribiera una orden de receta secreta.

Total que llegué al restaurante donde la hosstess apunto estuvo de decirnos a mi compañera y a mí que no se permitían vendedores 
ambulantes. Me sentí tan avergonzado que estuve a punto de decir, sólo vine a hablar por teléfono. Por fortuna providencialmente apareció el director de la Facultad, por lo qué el paso franco a la mesa fue directo, es decir, franco. El tapiz de las paredes del pequeño pasillo y las 
escaleras hacia el segundo piso se encontraban tapizados a su vez de fotos de comensales 
anónimos para mí, pero con expresión de estar recibiendo el Nobel de la Paz, o ya de 
perdida un MTV Latino.

El segundo piso me pareció amplio, y salvo nuestra mesa, solo había otra ocupada, al fondo, por un par de tipos en una esquina. El director nos abandonó para ir a la mesa a saludar a aquellos entusiastas del aislamiento.

La nuestra era más grande (la mesa). Mi compañera y yo éramos los últimos en arribar. Mi bendita manía de contar me hizo darme cuenta que al menos no seríamos diecisiete ingleses envenenados en caso de intoxicación. Recuerdo que la carta de alimentos, el menú, lo miraba de un lado a otro, como un pug  en una pelea entre Joe Louis y Jersey Joe Walcott. Me quedé con ojos de perro azul, sin saber que ordenar.

Recuerdo que pedí algo de nombre más o menos 
impronunciable, pero que se escuchaba de índole igualmente intelectual, principal criterio culinario en un restaurante de izquierda. Y 
de hecho fue intelecto lo que me faltó para preguntar qué rayos me iba a comer pues minutos después llegó lo que parecía media pierna de oso servida en banquete medieval bajo la carpa de un circo a mitad del desierto. 


Sin embargo la pena se diluyó rápidamente cuando fue evidente que el resto de estudiantes invitados igualmente habían pedido las cosas más extravagantes, caras e 
impronunciables que pudieron. Eso sí, como un acto de respeto al que iba a pagar, nos acabamos 
todito lo que nos tocó, salvo una compañera que pidió para llevar media docena de 
camarones gigantes que ya no le cupieron y ante los ojotes del mesero que por poco le 
pregunta si quería salsa verde o roja.

Total que cuando el postre llega se acercan los dos tipos que se encontraban en la mesa del 
fondo y se despiden del director de la Facultad sentado a mi izquierda. De inmediato me levanté cortésmente a estrechar la mano de los que llegaban, lo que me permitió mirar 
de frente al más viejo y reconocer algo en él.

Con mi característica agilidad mental 
comencé a repasar imágenes que me dieran una pista de a quién demonios le sonreía y 
estrechaba la mano con mis dedos ligeramente humectados con grasa de oso.

Primero pensé en Omar Sharif, luego pensé en el vocalista de Café Tacuba, y en un instante de clarividencia en Gabriel Quadri. 

En esas estaba, sin 
entender bien a bien lo que pasaba, cuando aparece uno de los meseros con una 
cámara y nos dice, foto, foto… Así que, cual Arabela, de inmediato cambiamos de 
posición y miramos a la cámara, abrazo de por medio, sonrisa deslumbrante, como si fuéramos los grandes cuates de mil parrandas. Finalmente el dúo visitante se retiró, por lo que, ya con las 
manos más limpias,  volví a concentrarme en lo que fuera que se encontrara en mi plato. Sin embargo  fue solo  para enterarme que el tipo al que le dejé el chaleco con aroma de 
suadero era …Gabriel García Márquez!!!  Así es laberíntico y generalista lector, lectora.

El otro sujeto, quien tuvo la higiénica suerte 
de saludarme después de Gabo (la salsa de por medio me da la confianza de llamarle así), fue Werner Herzog, el director de cine.

Literalmente me quedé con ojos de perro azul. En especial porque era jueves, y en el Cine Club de la Facultad de Ciencias se proyectaba “El tambor de hojalata.” Vamos, que la impresión fue tan grande estuve a punto de que se me atragantara una hoja de alcachofa y convertirme en el ahogado menos bello del mundo. Por fortuna, fue solo uno de esos espantos de agosto.


Más o menos un mes después, una investigadora del Instituto de Fisiología Celular de la UNAM me 
dijo que en el mismo pasillito del restaurante se encontraba una  foto en la que tres tipos 
tenían cara de estar recibiendo, cuando menos, el premio Tv y Novelas.




Wednesday, April 02, 2014

Comer, rezar, amar (o de perdida coger)


Dicen los que saben que el pozole y el sexo se parecen porque mientras más puerco, mejores son. Estará usted de acuerdo, lector fan de este refinadisimo  blog, en que hay más similitudes.

El apetito y la necesidad de comer son  inevitables como respirar y como el impulso sexual. No son actos consecuencia del raciocinio. En el sexo, no hay un instinto reproductivo, hay un instinto sexual, ganas de coger pues. Derivado de ello hay bebés, pero los pandas, los chimpancés y las solitarias no tienen crisis emocionales por no tener descendencia. Los humanos sí, en algunas culturas donde es muy importante. Es decir en todas. Algunos tienen más deseo, otros menos, cambia con la edad, se asocia a objetos,  a música, a lo divino, a la comida…Es sobre todo cultura. En la comida es más o menos igual; la forma de hacerla, los ingredientes, el simbolismo, van mucho más lejos de los nutrientes que requiera usted, apetitosa lectora, suculento lector. La gastronomía, es otra cosa. Hacer pozole no solo no es natural, sino tampoco racional.

Todo esto viene a cuento porque en una reciente conversación un entusiasta del herbivorismo new age insistía en que el veganismo es una forma racional de comer (casi la única según su frenesí). Todo lo contrario. Es una forma irracional, cultural, subjetiva y moral de comer. Como toda la comida.

Intentar comer racionalmente es el argumento más irracional para comer. Intente usted comer racionalmente y  terminará rumeando una pasta de fibra soluble de algún camote brasileño, mezclada con proteína espirulina y polvo de vitaminas sintéticas.  Vamos que ni jaletina de limón como postre. Olvídese de una carne a la tampiqueña.

Y es que si algo hemos perseguido en la historia de la humanidad ha sido la carne y los dulces.  Si uno ve cuales son los deseos solicitados a genios, magos y hechiceros en todos los cuentos medievales, se trata de comida, especialmente de pasteles y carne. En una de las versiones de Cenicienta, con una varita mágica hace aparecer un banquete y vino; en Le diable et le maréchal ferrat, la protagonista le pide a san Pedro que se le aparece, un pan, un salchichón y todo el vino que pueda beber. La Goule trata de una chica cuyo único deseo es poder comer carne.

Un vegetariano que encontró el camino de la verdad. 
Carne en todas sus variedades no solo era un deseo sino una realidad de los banquetes de señores feudales, en buena medida porque la proteína ha sido de siempre la necesidad más apremiante de la alimentación humana. Sidney Mintz cuenta que alguna vez le reprochó con ironía a su padre, por demás virtuoso cocinero, su devoción al arenque. La respuesta en tono grave y profundo fue, “no te burles del arenque; si no hubiera habido arenque ya no habría judíos.” Proteína o morir ha sido la disyuntiva histórica de la humanidad. Porque comida racional y con una mínima huella de carbono tenían suficiente en la edad media; nabos con hoja de nabo en agua de río y algo de pan sin levadura, con suerte, cerveza para no morir de disentería. Los pasteles, con la crema batida, las frutas de distintos tipos y sobretodo esa exoticidad de Oriente Medio llamada azúcar, eran, lógicamente lo primero que usted, antojadizo lector ya hubiera pedido al primer genio que saliera de su botella de whisky. Pero el azúcar no solo era apreciada por su escasez, sino por su propiedades medicinales. En prácticamente todas las recetas médicas de la edad media hasta el siglo XVII el azúcar, especialmente la más refinada, la que hoy en día llamamos glass, está presente.  La asociación entre la blancura, la pureza y la curación (comer algo puro nos hace puros, aún si usted es un hincha rijoso de las chivas, el peñarol o el boca) parecía ser constante.

Porque hay comida sagrada, e impura. Si bien por aquello de que  la comida no le hace impuro, sino lo que se piensa y dice (Mt. 15:11-21,) el occidente cristiano ha sido ligeramente menos dado a las autolimitaciones alimentarías. Es un decir, claro; las restricciones y apetencias culinarias por cuestiones morales son constantes, desde el cerdo en los judíos, la cuaresma católica, hasta el azúcar entre los cuáqueros y metodistas anti esclavistas norteamericanos (consumir azúcar era propiciar la explotación de los africanos en la zafra). Silvestre Graham, un pastor decimonónico de Nueva Jersey pasó rápidamente de promover la templanza y la moderación (una constante en el protestantismo del s XVIII al inicio del XX) a bañarse con agua fría, el ejercicio por la mañana y la comida vegetariana para ganar el cielo en la tierra. Nike debería construirle un monumento. En especial a Graham el azúcar y el harina refinada ya no le parecían símbolos de pureza por su blancura, sino antinaturales y alejadas de los deseos de Dios. ¿Le suena conocido? Así que pensando en un retorno al Edén natural sin enfermedades, comenzó a hornear galletas y panes con harina sin cernir. La ruina en que se encuentra su tablet, naturista lector, lectora, no es culpa de su acceso frecuente a este fascinante blog, sino de las boronitas de las galletas de avena que se está comiendo cortesía de don Graham, quien nunca logró llevar demasiados adeptos a su templo ni a su casa hasta después de muerto, cuando cada fin de semana ebullía de asistentes. Claro que la casa se vendió y se convirtió en un bar, pero aún así, el lugar finalmente se llenó. Pese al poco entusiasmo popular,  alguien sí aprovechó las ideas de Graham; fue John Harvey Kellog. Médico y ferviente adventista del séptimo día, sacó de la quiebra el maltrecho sanatorio naturista de los adventistas en Míchigan usando las mismas técnicas de Graham.

 Sin embargo Kellog llegó a la conclusión de que gran parte de los problemas de la humanidad se debían al estreñimiento. Encontró una correlación a lo largo de la historia entre estreñimiento y problemas de salud, políticos, militares, etc.  Así que para que el mundo retornara al paraíso había que estimular la peristaltis. De esta forma el hombre que estaba en contra de la masturbación, que consideraba patológico tener coitos más de una vez al mes, que recomendaba la ablación y la circuncisión en casos de lujuria, se dio a la tarea de inventar y promover lavativas, edemas, supositorios, laxantes, lubricantes de cacahuate y otras maravillas que seguro alejaron del desenfreno a sus pacientes. Y por supuesto una dieta a base de cereales. En 1877 puso a consideración del respetable una mezcla de cereales pre cocidos a la que llamó, Granola. Tiempo más tarde llegaron las hojuelas de maíz a las que llamó... Hojuelas de maíz.  Y que se rumoraba podían controlar el entusiasmo onanista de los adolescentes. Solo había que desayunarlas a diario.

Así que evocar la racionalidad para sustentar una dieta vegetariana solo tiene lógica si usted es un orejudo alienígena aficionado a leer este famélico blog desde el Enterprise.

Solo piense en el queso relleno de Yucatán, que requiere importar el lácteo de Holanda; en Filipinas se consume un huevo cocido de pato a cuyo embrión se le ha permitido crecer  un poco. En Taiwán se elabora un tofu apestoso que se deja fermentar hasta el límite de la putrefacción antes de convertirse en un delicatessen que bajará los precios de la renta en su vecindario si se aficiona a él. En Nueva Orleans hay un platillo que consiste en un pollo entero deshuesado y relleno de verduras. Este, así enterito, se convierte en relleno de un pato deshuesado. Ambos, se meten en un ganso deshuesado que finalmente se hornea y que debe entregar unas rebanadas suculentas  que bien podrían servirse en una fiesta de boda de un menage a troi. Y hablando de bodas el mole poblano es cualquier cosa menos un alimento racional. Chiles ancho, guajillo, mulato, pasilla, canela, clavo, chocolate, almendra…

Y si luego se usa para hacer un sacahuil, el tamal gigante para funeral huasteco, un tamal casi sagrado. Tamales por cierto hay más de 700 variedades registradas solo en México. La fete de Babette es a cada momento de nuestras vidas, por fortuna.

No hay nada racional en pasar horas haciendo una salsa blanca de champiñones y trufas para bañar una pechuga de un ganso criado por años y horneada con especias, sin contar un vino de cuatro años.
Abstenerse de un alimento tampoco es racional, esa renuncia puede ser consecuencia de un compromiso aparente, pero más que nada un compromiso con un nuevo yo, más atractivo y puro que el anterior. Lo malo es que en algunos casos, también se piensa que más puro que los demás a los que se debe guiar. No llegue hasta ahí, por favor.

 Si usted genera empatía con sus vegetales, concéntrese en su rib eye. Qué bueno que ya es usted mejor persona entrándole al bife, pero deje a su vegetariano favorito que se coma sus verduras tranquilamente. Eso sí, cuide de no tener empatía con todo lo que come. Chesterton En lo que está mal en el mundo, narra cómo algunos londinenses vegetarianos entraron en crisis tras darse cuenta que sus ensaladas podrían ser seres sintientes. Así que optaron por comer solo sal. Y fueron felices por un tiempo, hasta que un geólogo mala leche les mostró que los cristales de sal crecían. Al igual que tener sexo usando una botarga de abejita, comer no es un acto racional, es cultural. Lo único racional en el pozole, son los jueves de 2 x 1 en Potzollcalli.