Wednesday, September 15, 2010

Pinche país!


Pinche país leí. Y mientra leía me dolió en medio de las entrañas, no por lo pinche del país, sino por lo joven de quien lo escribió y la desesperanza que manaba en dos tristes palabras. Era un comentario acerca de un texto antibicentenario, porque no hay nada que celebrar, porque Sandoval Iñiguez y la Barbie y Calderón y el Peje. ¿Qué vamos a celebrar?!!! Y me pregunté por qué alguien tan joven, alrededor de 20 años, no puede ver que ni los narcos ni calderón ni el peje son el país y menos aún el bicentenario. Hay mucho que celebrar. Por supuesto que no me siento orgulloso de Sandoval, pero si de los curas de la casa del migrante en Ciudad Juárez, de la parroquia Jesuita de Chalco que sacó adelante a muchas familias tras la inundación de hace meses. No me enorgullecen los soldados que dispararon hace unas semanas a una familia, pero me siento muy orgulloso de los marinos que hace unos años rescataban gente en Indonesia, con un niño nacido en un helicóptero de la armada; no me siento orgulloso de las matanzas de chinos a principios de siglo, pero si lo estoy de mi alumna de origen chino que se ve bastante lista (veremos a fines de semestre) y de un adolescente de origen chino que veo que se entrena para las olimpiadas de matemáticas y va representar muy bien a México. No me siento orgullos de los homicidios de centro americanos, pero si de las señoras veracruzanas que les dan comida y ropa limpia y bendiciones para que lleguen a salvo a la frontera. Y de mi ex alumna salvadoreña con nombre de flor. No me gustan los fanáticos creacionistas que han empezado a aparecer, pero si me enorgullecen los protestantes mexicanos que defendieron la laicidad en las escuelas y ayudaron a fundar las primeras sociedades científicas del país. Incluyendo un bisabuelo mío que regaló la mitad de sus tierras en Durango para hacer una escuela pública.





No me gusta Elba Esther, ni el SNTE ni la CNTE, pero si los maestros indígenas de CONAFE. Me avergüenzan los campos de concentración para japoneses en la SGM pero me enorgullece la entereza de la familia Matzumoto y me cae re bien el señor Nizhizawa y sus cacahuates. Me siento orgulloso de mi dentista, que es un gran dentista y músico y una honra para el pueblo zapoteca. Y me encanta la vida de Antonio León y Gama que lo mismo le enseñaba astronomía al virrey que escribía artículos de divulgación sobre el movimiento browniano y las auroras boreales. Y me enorgullece Andrés Manuel del Río que aunque nació español, murió mexicano, y descubrió el vanadio y generó controversia en todo el mundo de la ciencia, y Antonio García Cubas y el primer atlas de México que hiciera llorar a Santana al ver el territorio perdido en un mapa. Me entusiasma Francisco Marín, nuestro Lister mexicano, poblano, que de la nada levantó un sistema de salud higiénico antes que en la mayor parte del planeta. Y qué decir de Francisco Díaz Cobarrubias, comandando una expedición científica a Japón a finales del siglo XIX, publicando resultados antes que los favoritos franceses que ya son clientes.

Orgullosos hay que sentirnos de Arturo Rosenblueth, uno de los creadores de la teoría informática y la cibernética sin la que no se puede entender el mundo hoy día, y que nació en Chihuahua y era judío. De la paradoja de Luis Miramontes creador de la píldora anticonceptiva que nada más tuvo diez hijos. De la pareja Rendozwki que tras tantos años sigue trabajando y seguimos leyendo biólogos, agrónomos, ecólogos de todo el mundo. De la incansable Helia Bravo y de Norman Borlaug que vino de Estados Unidos a trabajar, ganar un Nobel y salvar de la hambruna a medio mundo. De la gente del CINVESTAV que hacen funcionar el Gran Colisionador de Hadrones en Suiza y de los del INAOE que hacen funcionar el Gran Telescopio de Canarias. De Ana María Cetto que cuando era directora de Puwash se ganaron el Nobel y cuando pasó a dirigir la Agencia Internacional de Energía Atómica, les dan el Nobel, cual reina midas de la ciencia. Así que por historia, esa que como dice Faulkner no es el pasado, hay mucho que festejar.

Y qué cuál libertad hay que festejar me dice un taxista. Esta libertad: Hace unos años conocí una pareja española en un viaje a Michoacán. Tras la nebulosidad del tiempo recuerdo poco de ellos. Solo el nombre de él, David, por ser el mismo de mi amado hermano. Recorrimos buena parte del antiguo país de los purépechas y mientras me hablaban de aquella España del inicio de los noventa. En una cena de pescado blanco con tonos (y tal vez contenidos) mercuriales terminé diciendo que políticamente la España esa, de inercia ochentera, bien embalada aún en la movida madrileña, era por mucho más republicana y federal que aquel México en agonía priista. Y era cierto, pero también, me dijeron ellos que nunca se habían sentido tan libres. Y era todavía más cierto. Desde entonces las libertades han disminuido, los narcos controlan muchos lugares, los soldados hacen retenes y te revisan, gobernación sueña con un ID card antropométrico. Hasta CURP tenemos. Pero a pesar de ello, este país es aún libre. Se nace sin amo (la mitad del mundo, empezando por Europa no puede decir eso); se puede viajar; se puede comerciar, crear, disentir; se puede orar como se quiera y a quien se apetezca y se puede no hacerlo. Se puede leer. Y escribir. Se puede amar a quien se desee, desear a quien se ama. Así que vale la pena celebrar.

¿Qué salió muy caro? No lo sé. ¿300 millones de dólares juntados en tres años? es algo que en las 200 mil horas que me restan de vida, seguro no tendré. Y tú probable lector, probablemente tampoco. Ni siquiera si nos juntamos lectores y bloguero. Pero para la economía 11 del mundo tal vez no es tanto. Un punto porcentual del IVA son 3, 400 millones de dólares, las reservas son de 110 mil millones de dólares, el IMSS gastó el año pasado, 320,379,600, millones de dólares y el presupuesto de egresos de la federación en 2010 es de 3 billones 176 mil 332 millones de pesos, una cifra que ni siquiera puedo leer bien. ¿Y qué se puede comprar con 300 millones de dolarucos? Un avión. O medio segundo piso del periférico del DF. O media supervía de Ebrad. O una prepa. Preferiría la prepa, contamina menos que los otros ejemplos. O se puede regalar un libro de historia y una bandera a cada familia de este país. Más el resto del festejo. Como soy alguien de palabras (y espero de palabra) y amo esta tierra me parece una gran idea. Criticaría otras cosas, que si no hay mujeres en la parte del siglo XX del libro, o que si los proveedores pudieron ser más baratos, que no me gustan los Tigres del Norte, etc.

Hoy 13 de septiembre me llegó mi banderita, apenas, apenitas. Tocaron y fue el cartero que me avisaba que una de mis gatas quería entrar. Le dije gracias (al cartero) y contestó –de nada, felicidades! ¿Felicidades? Y abrí el paquete con la bandera impecable. La puse en la ventana, amarrada de forma que ondeara. Ahí enmarcada por las jacarandas y fresnos, abrazada por el sol que se cuela entre nubes y ramas, me mira con sonrisa de mujer enamorada. De repente ondea como saludando, como el amigo o el hermano que regresa del exilio. Varias de mis vecinas y sus hijos de inmediato plagaron de tricolor el edificio, como navidad patria. Que lo hizo la presidencia Calderón…¡pues qué bueno! Y si el presidente hubiera sido López Obrador igual diría ¡ qué bueno! Y si hubiera sido presidente… ¿cómo se llamaba el otro candidato? No importa, que bueno diría! Porque no es la bandera de ellos, es nuestra. Y no es calderón que dará el grito y el que convoca. Yo no sé ustedes, pero una imagen de un cartero que anda por toda la ciudad repartiendo banderas a cada familia, me parece una efigie de lo más sensacional y bella. Y me siento orgulloso los carteros, de mis abuelos, de mis alumnos, de mis maestros. Lo mejor está por venir, aunque depende de nosotros.

Además, considerando que la organización de los festejos ha sido un relajo, sin visión de estado, con numero indeterminado de directores que se echan tierra unos a otros, con un camino lleno de piedritas, al grito de cada quien jale por su lado, y bronceada por el fuego amigo y enemigo, antes hay fiesta. Y pensando que más o menos son las mismas virtudes que nos han impedido llegar a cuartos de final en los mundiales y nos llevaron a perder la mitad del territorio, es un milagro que aún haya país. Y eso si, hay que celebrarlo. En una de esas no corremos con tan buena fortuna pal tricentenario.