Monday, August 07, 2006

CSI y el extraño caso del peje lagarto, I

A propósito de jueces, litigios y pruebas, en este momento además de estar frente a dos posturas ideológicas y visones del país, nos encontramos ante dos formas diferentes de analizar la realidad para tomar decisiones

Primera parte ( de tres), Medio lleno, medio vacío

Hace más de diez años, mientras el buen López Obrador se inspiraba en la exhuberancia de la naturaleza tabasqueña para escribir las loas del himno al PRI, me gustaba dar como ejemplo del uso cotidiano y práctico del escepticismo racional, la cantidad de manifestantes que podían saturar el zócalo (plaza principal) de la Ciudad de México. Me parece que como consecuencia de una primera plana que exaltaba el millón y medio de asistentes de cierto mitin en contra de algo que ahora nos parecería irrelevante y en aquel momento la salvación de la nación. Resultaba interesente cómo la mayoría de los alumnos consideraban verdadero sin cortapisas cualquier dato publicado, por el simple hecho de estarlo. Así durante las veces que el ejemplo hizo su aparición durante clase las diferentes, maneras de calcular daban resultados distintos, sin embargo ninguno se acercaba a la desorbitante cifra del millón y medio. Tal vez se pregunten qué demonios hacíamos usando el tiempo de una clase de ciencias hablando de una de tantas marchas que forman parte del folclor de esta muy antigua, muy leal y muy asambleísta Ciudad de México. Tenía que ver precisamente con la manera en que analizamos los datos, cómo los consideramos ciertos y qué argumentos pensamos que tienen un valor mayor. Lo anterior tratando de ligarlo con diferentes aspectos de nuestra vida, incluyendo las posturas políticas. Si querer entrar en una discusión sobre las distintas maneras de acercarse a la realidad y del valor epistemológico de los variopintos tipos de discursos que encontramos a cada momento, quedaba claro que era indispensable mantener un mínimo de escepticismo y coherencia en los argumentos con que nos bombardean la mente ya sea para vendernos frituras, autos o ideas.Quizá por todo eso me resulta tan fascinante que tantos años después estemos ante el “hecho” de que la principal plaza de México haya sido colmada por casi tres millones de personas sin que nadie hubiese cargado a alguien. Y aunque aún no corren noticias al respecto, no me extrañaría que investigadores del CINVESTAV, del Fermi Lab o del Max Planck Institute estén angustiados mientras analizan el primer caso documentado que violaría aquello de que dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio.Lo más importante no es quien y qué tanto se llenó el citado espacio, si no la manera en que los asistentes y los videntes de la tele piensan qué tanto se llenó. Como el viejo cuento según el cual un frasco al tope de canicas, es capaz de recibir una buena cantidad de arena ante el asombro de los perplejos que miran la manera en que los granos se cuelan en los intersticios. Y aunque en el relato ante la pregunta de si ahora el frasco sí está lleno, un asistente vierte una chela en el frasco para demostrar que siempre hay lugar para una cervecita, en nuestro caso, tres millones de hipotéticos sujetos dejan pocas esperanzas reales a lo vendedores de cerveza. A este paso para las elecciones regionales de mitad del sexenio el ingente escenario se va llenar con seis millones de gentes. Ah si Borges viviera.

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